domingo, 29 de mayo de 2011

Consejos de madres indígenas para Mamás urbanas

Primero, no se las debe privar de antojos | Para que el niño tenga buen carácter, hay secretos que aún se practican. Este reportaje detalla algunos de ellos

“Ayoreo no llora”. Es el primer consejo de Luisa Picaneray para las gestantes. Esta sorprendente mujer ha criado a 10 hijos y, a sus 75 años, tiene impulso para seguir con los nietos y algunos bisnietos. Fabián, de cinco años, la acompaña a todas partes porque la vista ha comenzado a fallarle. “No duele el parto. Si uno llora, duele; si no llora, igual duele. No sé por qué en el hospital las mujeres gritan”, comenta.

Durante el embarazo, recomienda tomar miel, porque eso no hará que el feto crezca excesivamente y el parto se dificulte. “No hay problema, porque se orina a cada rato. También se puede tomar mucho refresco con miel”. Según las enseñanzas de su abuela, debía tener sus hijos sin compañía: “Hay que hacer fuerza solita”.

después del nacimiento
En la cultura ayoreode, la miel es importante. En el monte se comen frutos y productos del chaco. La embarazada sigue una dieta casi vegetariana, porque se considera que la carne es muy pesada para la gestante. “Hay mucho miedo de comer comidas grasosas. No se puede alzar cosas pesadas o comer parada. Tampoco deben atizar el fuego con los pies, porque el niño puede nacer de pie. Todavía se cree en eso”, comenta la investigadora Rocío Picaneray. Tampoco puede comer ninfas ni larvas de abeja, que son muy apreciadas por los ayoreode. Consumirlas durante la gestación puede ocasionar daños a la vista.

Los mejores refrescos se hacen con la miel de abeja cuterí, ajidiaba y cuterequenejar. Las mieles de las demás abejas son consideradas ácidas y pueden provocar diarrea.

Después del nacimiento, hay que darle el pecho a la criatura. Tres años es lo ideal, asegura. Entre las primeras comidas debe estar la raíz de garabatá y un poco de refresco de miel. Nada de carne, porque le puede dar diarrea.

Tradicionalmente no había ceremonias de matrimonio entre los ayoreode. “Cuando las ayoreas tienen hijo ya es casarse. No hay ceremonia, solo que tener hijos es casarse, el matrimonio son los hijos”, dice un testimonio recogido por Mercedes Nostas y Carmen Elena Sanabria. Es interesante saber que los varones que han sido escogidos por una mujer viven en la casa de ella y trabajan para la suegra.

Los hijos están siempre cerca de la madre. Los llevan en una prenda llamada subebí, que se coloca alrededor de uno de los hombros. Eugenio Stierling, estudioso de las abejas, llevaba en uno de ellos a su hijo a los trabajos de campo. “Es fresquito y muy práctico. Además, el niño está bien pegadito a uno”, cuenta.

EL ETERNO RETORNO MOXEÑO

Según la cosmovisión moxeña, se nace niño y se muere niño. Así lo define Francisco Moye: “Mi hijo ahora ya es mi padre”. Los amuya o peladitos de brazos deben estar siempre pegados a la madre. En el universo moxeño es raro que un niño llore, excepto cuando tiene alguna necesidad específica, porque el flujo de comunicación con el pequeño es riquísimo. Las mujeres (hermanas, tías, abuelas) les prodigan palabras y caricias constantemente. Hay que darles el pecho hasta que tenga cuatro años o hasta que llegue el otro hermanito.

Sin pensarlo dos veces, las mamás chiquitanas recurren al aceite de pata cuando los retoños tienen dolor de barriga. Si tienen diarrea, recurren al aceite de maíz, que también es bueno para los dolores de cabeza y la fiebre.

Seguramente tenían cuidado con las dosis cuando usaban aceite de castor (que se obtiene de la semilla del macororó) para los estreñimientos. El dolor de oído se alivia con el humo de un charuto.

RECETAS PRÁCTICAS GUARAYAS

Hay una fruta parecida a la papaya que se llama gargatea. En idioma guarayo se la conoce como kapayumira. Se raspa la raíz y se coloca como un parque sobre el estómago cuando el niño tiene fiebre. Si además de fiebre hay dolor de cabeza, se puede hacer hervir un poco de jugo de limón, esperar que enfríe y mojar un trapito. Mejor si es blanco. Se aplica sobre la cabeza. Un remedio para lo mismo es la cáscara de gavetillo o makagwa. Se hierve y el líquido se bebe un vaso dos veces al día, durante tres días. El agua sirve también para bañar al enfermo.

No se detiene ahí el saber guarayo o gwarayu, como se dice para acercarse a la fonética del idioma. Para estos días de resfríos recurrentes, es bueno conseguir la raíz del tajibo morado, que abunda en la ciudad. Se muele y se exprime en un vaso. Se lo bebe tibio. Es un poco picante, pero dicen que muy efectivo. Las diarreas se curan con sapotaimi o jengibre, que es una raíz. Se lava y muele con agua o chicha y se toma tres veces al día, aunque se prefiere la guayabilla con cáscara de tarumá, que se hace hervir y luego se da de beber.

Si la diarrea es sanguinolenta, es frecuente usar la corteza de curupaú. Se raspa, se hierve y se bebe. Otro recurso que recomiendan las abuelas es utilizar la cáscara de sahuinto, que debe hervirse hasta obtener un color tinto. Se toma durante tres días, tres veces al día.

Los dolores de estómago se combaten con verbena (taturugwaairämi) y masiaré. Las hojas se secan con alcohol, se hierven y se toma una taza tibia. La hierba se puede incluir en las sopas durante tres días. El masiaré tiene una buena reputación para limpiar la sangre, lo mismo que cáscara de paquió. Para el dolor de oído se usa el cogollo de algodón nativo. Se mezcla con un poco de limón y se aplican algunas gotas al oído afectado.

El diputado Bienvenido Zacu recuerda que sus mayores siempre recomendaban que las embarazadas no coman carne de jochi, y menos los sesos, porque el pequeño puede quedar ciego. Si se piensa bien, la carne es una vía potencial de transmisión de toxoplasmosis, que puede dañar al feto.

Mezclados con los tabúes están las recomendaciones sobre los antojos. Ana, una partera chiquitana, contó a los autores del video Parteras chiquitanas que la embarazada no debe privarse de los antojos de dulces. Las mujeres nativas de la zona de Cochabamba aseguran que si no se cumple el antojo, la guagua nace llawsa suru, es decir, con una salivación incontrolable.

La embarazada tampoco debe exponerse demasiado al sol, al viento o al frío. Para facilitar el parto, muchas soban la barriga con aceite de pata. “Así se siente bien la criaturita”, cuenta Ana. Es posible que, previamente, haya sobado a la mujer para evitar que se presente un parto ‘de pie’. Son las conocidas ‘sobadas’ para acomodar el feto, que no dejan de ser vistas con escepticismo por la práctica médica occidental. En la cultura chiquitana no solo la mujer tiene que observar ciertas reglas, sino también el padre del niño. “Él puede ir de caza únicamente si la mujer se lo pide expresamente, de lo contrario no conseguirá presa. Después del parto, el hombre no trabaja por unos cuantos días y se queda en casa”, afirma Jürgen Riester.

PARA QUE NO SE ALEJEN

Hay muchos motivos para que después del parto se entierre la placenta. “Puede ocurrir algún peligro. Lo que cuenta la gente de antes es que si se la bota… dice que eso es como una bolsa del chico, no ve, del bebé, de su protección y eso dice que no sirve botar porque cuando el hijo es joven o muchacha cambia su modo de ser; ella se va, por decir, se desatiende de los padres. Sí, se olvida de sus padres”. Ése es un motivo por el que hasta hoy se entierra la placenta cerca de la casa. “En un huequito bien hondo, para que no la saque el perro”, dice uno de los parteros. Además, eso garantiza que el niño tendrá un buen carácter.
Las mamás sirionós caminan bastante. “Eso sí, no debe ponerse tacos” porque puede caer y sufrir un aborto.

“Puede acarrear agua, acompañar al chaco o a lavar, pero menos moler arroz, porque ¿no ve que todo el cuerpo se mueve?”, comenta una dirigente de la zona de Ibiato. Si, por el contrario, la mujer todavía no quiere quedar embarazada, una trinitaria dice que es bueno tomar agua de tipa.

“Al tercer día de su menstruación toma una vasada y no es más. Hay que ponerse de acuerdo con el marido”. Si se deja de tomar ocurre el embarazo.

Pequeños secretos de ‘petacudas’

Según la tradición mojeña, se puede conocer el sexo de la criatura al asar un plátano o yuca. Si se abren, será mujer. Cuando estaba embarazada, María Chapi soñó repetidamente con café y algodón: “Elay, nació varón”, explica. Las madres ignacianas dicen que la nueva vida viene del mundo de los sueños, por lo tanto, son vulnerables. Las parturientas son recluidas en una casa separada y tenían prohibido entrar al pueblo o salir al campo.


Si hubo varios hijos que murieron, como en el caso de la madre de Bienvenido Zacu, que perdió a cuatro hijos, se recurre a una ceremonia llamada Yambo Kaë. Consiste en pasar a la criatura por humo, para que tenga energía y viva. “Eso se está perdiendo, porque la cultura ajena nos avasalla. Creo que se hacía hasta los años 60”, dice el diputado Zacu. Él afirma que sobrevivió gracias al Yambo Kaë. Recomienda no matar nunca una víbora o un cutuchi, porque puede afectar al feto. “Yo lo hice una vez, y mi hija nació con la cabecita aplastada. No vivió”, cuenta.


Las chiquitanas se cuidan de tocar el árbol llamado soriocó, y si la fruta llega a caer en el tipoi de alguna, hay peligro de mal parto. Este árbol se usa para preparar una pócima de amor. Según una versión recogida por Jürgen Riester, la fertilidad del hombre y la mujer se transmiten a la tierra cuando hacen el amor en el chaco.

alrededor de ellos

LOS ABUELOS


Entre los chiquitanos, el abuelito encomienda al recién nacido a la luna para que tenga muchas habilidades. Estas peticiones se hacen entre los dos y los ocho años de edad. Les piden que sean buenos cazadores o buenos agricultores.

LAS TAREAS


Las mujeres explican a los chicos de tres y cuatro años cómo se hacen las cosas (recoger agua, alimentar algunos animales), pero todavía no colaboran. Empiezan a hacerlo entre los cinco y los siete años.

NOMBRAR Y CONOCER


Entre los guarayos se enseña nombrar objetos con detalle poco antes de los seis años. Los primeros consejos serios se dan a esa edad, poco antes de ingresar a la escuela.

MEJOR NO TEJER


Las nativas de los valles dicen que en el estado de embarazo, las mujeres saben que tienen algunas restricciones, como tejer, porque el “cordón umbilical se puede enredar”, según María Lourdes Zabala.

Nada de ‘simbar’


Los sirionó no permiten que la mujer se ‘simbe’ el cabello o que su marido haga un jasayé (recipiente de palma tejida). Los abuelos hacen desatar el jasayé para que el ombligo de la criatura no se enrede en el cuello.

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